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agosto 8, 2021

Patrimonio fílmico. El incendio de un depósito destruyó millones de documentos del archivo de la Cinemateca Brasilera.

Se han perdido películas mudas del nacimiento del cine a fines del siglo XIX junto a otras del «nuevo cine latinoamericano». Considerado el mayor de América Latina, su acervo posee cerca de 200 mil rollos de películas, que corresponden a 30 mil títulos, además de imágenes de la extinta TV Tupi y de cine periódico de la década de 1930 entre otros.

Un incendio largamente anunciado

La International Federation of Film Archives dedicada a la preservación y acceso al patrimonio fílmico mundial desde 1938, a través de sus 172 miembros y asociaciones del mundo lamentaron la pérdida patrimonial ocurrida por el incendio que tuvo lugar en los depósitos de la Cinemateca Brasilera, en San Pablo, el 29 de julio pasado. Aún se desconoce los alcances de la pérdida pero la catástrofe hizo desaparecer una cantidad significativa de films y otros patrimonios que eran preservados por esta cinemateca.

La cinemateca venía sufriendo la disminución del subsidio por parte del gobierno. En septiembre 2020 todo el staff había sido despedido y la Cinemateca se encontraba cerrada. Se pidió al gobierno de Brasil rever esta situación pero sin éxito. Incluso hoy, lo que aún se conserva de la colección, se encuentra en riesgo. La misión cultural de la Cinemateca se había estado desarrollando a lo largo de 70 años.

 

 

 

 

 

 

Historia de la Cinemateca Brasilera

El organismo fue fundado en 1940 por Paulo Emílio Sales Gomes, Décio de Almeida Prado y Antonio Candido de Mello e Souza, entre otros. Se lo llamó ‘Primer Club de Cine de São Paulo’, y su objetivo era estudiar el cine como arte independiente por medio de proyecciones, conferencias, debates y publicaciones durante el gobierno de Getúlio Vargas. Un año después el Departamento de Prensa y Propaganda clausuró el espacio aunque siguió funcionando en las sombras. En 1948 se asoció a la FIAF (Federación Internacional de Archivos de Films).

En 1992 la Cinemateca Brasilera se le destinó como espacio el antiguo matadero municipal en Vila Mariana, un inmenso predio en la región de Zona Sur en la ciudad de San Pablo. Pero no fue hasta 2003 que se la incorporó al Ministerio de Cultura nacional y dos años más tarde, se realizó un concurso para la restauración digital de la obra del cineasta Joaquim Pedro de Andrade, con cuatro pasantías de distintas regiones de Brasil y cuatro de otros países latinoamericanos como México, de Bolivia, de Chile y de Argentina.

La Cinemateca era un lugar imponente con un predio enorme donde había diversos edificios: el archivo, un laboratorio propio de revelado de films, una biblioteca inmensa, oficinas administrativas y una gran sala de cine con un hall de exposiciones.

La actividad de la Cinemateca era muy amplia: se restauraba, se revelaba, fomentaba el debate. Pero ya en 2013, durante el gobierno de Dilma Rousseff, la Cinemateca sufrió una intervención del Ministerio de Cultura, que eliminó su junta directiva y su autonomía operativa. En 2020 el gobierno de Bolsonaro luego de cerrar el Ministerio de Cultura, llevó a la Cinemateca a una situación límite, asfixiándola, sin presupuesto anual, lo que culminó en despidos masivos de trabajadores de todas las áreas del organismo. Estos últimos denunciaron el peligro que implicaba el carácter combustible (en el caso del acetato) y explosivo (en el caso del nitrato) del archivo fílmico que preservaban.

Durante una audiencia llevada a cabo el 20 de julio, el Ministerio Público Federal de San Pablo había advertido al gobierno federal, responsable de la institución, acerca del riesgo de incendio. El gobierno había iniciado el proceso de convocatoria de una nueva entidad que administrara la Cinemateca y la contratación urgente de una empresa que se hiciera cargo del lugar. El Primer Juzgado Federal otorgó 60 días más para llevar a cabo acciones de preservación del patrimonio, que habían comenzado luego de una audiencia en mayo.

El viernes 30 de julio, las imágenes de un incendio en un depósito de la Cinemateca Brasilera en Villa Leopoldina, San Pablo, mostraron que ese peligro era real.

La cinemateca estaba en riesgo

El acervo da Cinemateca Brasileira estaba abandonado desde agosto del año pasado. Así lo alertaba un manifiesto emitido por los trabajadores despedidos de la entidad:
“El riesgo de un nuevo incendio es real”

https://www.metro1.com.br/noticias/cultura/106000,acervo-da-cinemateca-brasileira-esta-abandonado-desde-agosto-do-ano-passado-alerta-manifesto
(idioma: portugués)

Foto: Bomberos de San Pablo, AFP

           

 

 

 

 

 

 

Declaración de la red BiblioCi ante el incendio en Cinemateca Brasileña

DECLARACIÓN de la red BiblioCi ante el incendio en CINEMATECA BRASILEIRA

Detalles del incendio

“El incendio se inició en una de las salas de colección de películas históricas del primer piso, que se divide en tres salas”. El fuego comenzó cuando una empresa tercerizada realizaba el mantenimiento de los equipos de aire acondicionado.

En las últimas horas se trabajó en la evaluación de los materiales quemados, aunque los primeros informes apuntan a que ‘probablemente nada’ se haya preservado. En ese sitio se encontraban alrededor de un millón de documentos de la antigua empresa estatal Embrafilme, incluyendo guiones y copias de películas de los últimos 100 años.

La propia Cinemateca había sufrido un incendio en febrero de 2016, en otro local de San Pablo, donde resultaron destruidas cerca de 500 obras. La coordinadora general Olga Futema aclaró que se perdieron originales, pero que prácticamente todas esas obras tenían copias en tecnologías más modernas. “El contenido se preservó, lo que se perdió fueron las matrices”, había dicho en su momento.

El fuego que destruyó el Museo Nacional de Río de Janeiro, en setiembre de 2018, había sido uno más en una sucesión de incendios en centros culturales que perdieron acervos valiosos por la falta de inversión. Sólo en San Pablo se perdieron el teatro Cultura Artística, el auditorio Simón Bolívar del Memorial da América Latina, el Liceo de Artes y Oficios, el Museo de la Lengua Portuguesa y el Instituto Butantan, notorio en los últimos meses por su trabajo con el laboratorio Sinovac.

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